Nunca caminarás solo: qué pueden aprender las marcas de un minuto en Anfield

Esto es Anfield. Un ambiente único, un himno que rompe el silencio, transformado en una sola voz. Personas que se entregan por una misma idea, por unos colores, por un sentimiento. Quizás entre ellos no hay nada en común a excepción de esos colores: suficiente para considerar al de al lado compañero, aliado, amigo. ¿Qué marca no querría tener su propio minuto Anfield?

 

 

No entiendo las absurdas disputas a lo “¿Messi o Ronaldo? “. Ni a los animales que van a desfogarse a un campo de fútbol para liberar sus instintos. Ni a los forofos ultra que se disfrazan de periodistas y se enzarzan en peleas televisivas donde el deporte, el auténtico, el de verdad, brilla por su ausencia. El fútbol de verdad es ese minuto en Anfield.

Durante ese minuto, uno recuerda que un día tu padre o tu abuelo te llevaron al estadio, que te hablaban de pelotas hechas de trapo, de botas de cuero con tacos de plástico, de chapas, de álbumes o de mitos que corrían por la banda y se recreaban en jugadas imposibles. De que las heridas en el campo se curaban con agua y con un trapo. Durante ese minuto no importan los jugadores que están en el campo, ni la categoría en la que tu equipo juega -¿por qué me haces esto, Betis?-: solo eres consciente de que formas parte del escenario que está allí, que tienes una historia que te une a todo eso, que hay gente que ya no está pero que un día estuvo ahí a tu lado.

Y es que has aprendido a odiar el teatro escénico en que se ha convertido el fútbol, el mercado persa de fichajes, los impagos o denuncias, las irracionales declaraciones de directivos, la violencia gratuita…

Pero, a pesar de todo, y en contra de toda lógica, durante ese minuto sabes que hay una historia común a la que perteneces. Y, por eso, nunca cambiarás al equipo de tu vida. Porque pueden más las chapas y las pelotas de trapo que ese directivo ladrón o ese jugador invadido por la desidia.

El objetivo de una marca no puede ser otro que buscar ese minuto en cada una de las acciones que hace. Porque ese minuto está muy por encima de personas, de errores o declaraciones fueras de tono: es toda una vida, toda una historia. Una historia que sabes que también es la tuya.

Si alguna vez consigues que te dediquen ese minuto, será señal inequívoca de que las personas han captado tus valores y los han hecho suyos. De que has creado una comunidad en torno a tu marca. De que lo importante no es que te busquen en Google, sino de que te encuentren, porque estás justo ahí cuando viven, se mueven y apasionan con las diferentes actividades a las que les llevan sus valores. Y esa es la única forma de actuar para que nunca cambien de equipo.

¿Has vivido alguna experiencia de marca que te ha hecho sentir parte de su comunidad?

 

Image by Charanjit Chana

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